Curious George

Conocí a Jorge en una discoteca llamada Ficción. No era un garito gay, me horroriza el ambiente y hace años que no lo frecuento, por lo que mis posibilidades de ligar un fin de semana son, cuando menos, ridículas. Por eso me llamó la atención ver a un chico muy alto, moreno y con el pelo rizado dirigiéndose hacia mí a través de la gente.

–Tú eres Sam, ¿verdad? Te he reconocido del fotolog.

A primera vista no me llamó la atención. Como ligar era lo último que tenía en la cabeza no pensé que ese acercamiento tenía tales fines y le seguí la conversación. Estuvimos hablando un rato y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba insinuándose. Soy extremadamente inseguro y me cuesta mucho esfuerzo mantener el tipo en esa clase de situaciones. No sabía si devolverle el coqueteo o no. Al final hice acopio de valor y, con gran soltura, le dije:

–Tengo chocolate con lacasitos, ¿quieres?

Un segundo después estábamos besándonos. Mi técnica de los lacasitos surtió efecto (es increíble el efecto afrodisíaco que puede tener en un hombre el actuar con infantilismo). Como parezco bastante más pequeño de lo que soy –tengo casi veintitrés y paso por un diecisieteañero– he tenido que adaptarme y depurar esa técnica hasta el límite: un poco de fingida timidez, una sonrisa traviesa, un encogimiento de hombros y, si estoy inspirado, algo de rubor et voilà! El chico target cae rendido. He aquí un ejemplo práctico de la teoría de la evolución.

Pero volvamos a esta historia. A partir de ese encuentro en Ficción, Jorge y yo empezamos a vernos a menudo. Íbamos al cine, a tomar café por las tardes, me recogía a la salida de las clases, paseábamos por el Centro… en definitiva, hacíamos todas esas cosas que las parejas suelen hacer. Jorge era educado y atento y suplía con mimos y otros detalles sus acostumbrados silencios. Yo hablaba y él escuchaba. Creo que funcionábamos bastante bien. Incluso me hizo olvidar en parte a Daniel, mi anterior relación (de la que hablaré en otra ocasión) y plantearme la posibilidad de compartir un futuro juntos.

Pero Jorge no tenía los mismos planes que yo. Sabíamos desde el principio que en pocos meses, cuando terminara sus oposiciones, le destinarían a trabajar fuera: lo mismo le tocaba en una ciudad vecina que en una a la distancia de Alderaan. Eso le agobió, sumado a que yo parecía más entregado que él y esto le suponía un sentimiento de responsabilidad y culpabilidad. Jorge es una persona extremadamente racional, se toma todo muy en serio y no sabe dejarse llevar, le dio demasiadas vueltas a lo nuestro y trató de diseccionarnos como a una rana para analizarnos. Poco a poco, la relación se fue enfriando hasta que decidimos dejarlo, hace ya una semana.

No hubo peleas memorables, ni lágrimas, ni demasiado teatro. Sólo tristeza.

3 dicen lo que piensan:

wendy - calderas de gas dijo...

este blog me dejo sin comentarios

wendy - calderas de gas dijo...

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Nestor | Calderas dijo...

que par de gay son...