El patito feo

Laura está de mal humor. Su estricta dieta a base de vegetales lánguidos y pan salpicado de cereales la pone furiosa, inestable y grosera. Lo peor es que nos lo contagia a todos. Somos un grupo solidario: cuando uno se vuelve irascible, el resto también. Sin ir más lejos, esta tarde, mientras comía una ración doble de brownie con caramelo y nueces de Macadamia (puedo comer una manada entera de elefantes sin engordar un gramo), Laura me miraba con una mezcla de envidia y odio. Entonces pensé en qué es lo que nos lleva a suprimir algunos placeres en la vida en favor de la apariencia física.

Bruno, por ejemplo, bebe batidos de proteínas y define sus gigantescos bíceps en el gimnasio cada día. Brígida, en cambio, gasta cientos de euros al mes en ropa y maquillaje. Todos tenemos nuestras coqueterías, también alguna zona del cuerpo de la que nos sentimos orgullosos o, por el contrario, avergonzados. Ni yo mismo me libro de las garras de la presunción. Me gusta vestir bien y que la gente me admire por ello (lo sé, es un defecto, pero al menos soy sincero). Por eso elijo cuidadosamente cada detalle de mi vestuario y sopeso los colores y formas que más me favorecen. Gasto al menos una hora al día decidiendo ropa, peinándome y maquillándome (aunque no soy Richi Bastante he aprendido que la base y el antiojeras es algo que todos deberíamos usar).

Sin embargo, hay ciertos días en los que la Diosa Madre, el Origen de todo, el Gran Rey, el Alfa y el Omega, la Divina Providencia o como quieras llamarlo, me ofrece unos instantes de lucidez. ¿De veras merece la pena tanto esfuerzo por aparentar ser más guapos de lo que somos en realidad? ¿Es tan importante destacar, deslumbrar, impresionar a los demás? ¿Escogemos a nuestras amistades, nuestros amores, nuestros ídolos sólo por su apariencia? Tras unos segundos de reflexión, imágenes de la clásica compañera de clase gorda y sebosa o del freak purulento con alambres en los dientes me invaden la mente. Entonces recuerdo que la vida se lo pone todo mucho más fácil a la gente de físico agraciado y me afano en ocultar las señales de la edad, ese granito molesto y repaso una vez más mi pelo.

No juzgo a nadie por su apariencia, me he enamorado de chicos realmente feos y no le doy a la imagen más importancia de la que se merece. Pero desgraciadamente la sociedad es de esta forma y no será fácil cambiarla, por mucho que lo intentemos. Porque yo también he sido un monstruito y, aunque me duela reconocerlo, desde que perdí doscientos kilos la vida me va mucho mejor.

2 dicen lo que piensan:

Unknown dijo...

bueno... intentare enamorarte ya que se que no te fijas en el fisico... muajajaja. de todas maneras no te veía yo tan coqueto, un poco si, pero tanto tanto... con lo guapo que eres y el tipo que tienes!

Lance dijo...

Wenas!

Bueno, por lo que veo eres wapo, segun el comentarios jeje, yo no te he visto nunca así que no sé, jeje, a ver si cuelgas una foto o algo jajaja. Esta claro que el físico en esta sociedad ayuda mucho, a los guapos se les habren muchas puertas solo por el hecho de ser guapos..., pero el físico no lo es todo. Y a la hora de conocer bien a una persona, aunque el físico te influya, lo que cuenta, al menos para mi, es lo que hay detrás...

Creo que nunca te he dado mi msn, si lo he hechono me hagas caso que hoy no es mi día jajaja, por si lo quieres, pero no te sientas obligado a agregarme. buscando_un_camino@hotmail.com

Besos!