Mi cárcel portátil

Cuando Jorge y yo lo dejamos hace una semana –fingiendo ambos que lo hacíamos de mutuo acuerdo–, decidimos (o mejor dicho, decidió) que lo mejor para los dos era dejar de vernos durante un tiempo. Así podríamos ir adaptándonos a no depender el uno del otro, como hacíamos cuando salíamos juntos, y la separación sería menos traumática. Entonces, añadió, al cabo de una semana más o menos, podríamos volver a llamarnos y a empezar una nueva etapa como amigos. Desde ese momento no ha pasado un solo día (y ya van siete) sin que pueda dejar de mirar el teléfono móvil a cada instante.

Al margen de si es un error o no seguir siendo amigos tras la rupura (eso es tema para otro post), yo sigo teniendo la necesidad de saber qué hace él, con quién está, a qué dedica su tiempo libre. Lo peor es que estoy atrapado en una contradicción enfermiza, porque incluso he llegado a evitar tomar ciertas calles por las que sospecho que pueda estar. Es decir: necesito verle y controlarle, pero al mismo tiempo preferiría que viviese a tres mil kilómetros de mí para poder respirar tranquilo.

Pero lo más grave –y con diferencia– es el asunto telefónico. Cuando estábamos juntos, Jorge y yo teníamos la costumbre de hacernos llamadas perdidas, escribirnos sms y llamarnos cada día. Era gratificante ver su nombre parpadeando en la pantalla del móvil en los momentos más inesperado del día o la noche: me hacía saltar de la silla y me llenaba de una sensación de felicidad que duraba horas. Ahora mi teléfono ha enmudecido y permanece oscuro y amenazante. Una parte de mí se desespera por volver a tener noticias suyas y se sobresalta cada vez que suena pensando que pueda ser él. La otra mitad me insta a apagarlo y olvidarme, porque en el fondo sabe que ninguna de las llamadas que voy a recibir será suya.

Amor, ángel terrible, que diría Cernuda...

3 dicen lo que piensan:

wendy - calderas de gas dijo...

alejate de todo lo que te relacione con el

wendy - calderas de gas dijo...

alejate de todo lo que te relacione con el

Nestor | Calderas dijo...

un consejo consigue te una mujer